Cuando Emma abrió la cajita de lavanda que le habían entregado en la puerta, no esperaba nada que le cambiara la vida. Pero dentro, acurrucada en un suave papel de seda, estaba Maribel: una muñeca tejida a mano con brillantes ojos violeta, detalles florales y el vestido con volantes más suave que Emma había tocado jamás.
Emma estaba teniendo un mes difícil. Entre el estrés laboral, la mudanza a una nueva ciudad y la añoranza de su hogar, todo le resultaba demasiado pesado. Pero Maribel —pequeña, detallista e increíblemente encantadora— le aportó una calidez inesperada.
Esa tarde, Emma colocó a Maribel junto a su taza de café mientras trabajaba. Su atuendo lavanda combinaba a la perfección con la decoración de la habitación de Emma. Maribel hacía que el espacio se sintiera… más tranquilo, más dulce, más "Emma".
En el supermercado, Emma metió a Maribel en su bolso. La gente la detuvo dos veces.
¿Dónde conseguiste esa adorable muñeca?
"Parece hecha a mano, ¡es tan linda!"
Emma se encontró sonriendo más, hablando más, reconectándose con esa parte de sí misma que amaba las pequeñas alegrías y la belleza tranquila.
Pronto, Maribel dejó de ser un simple adorno. Se convirtió en el pequeño recordatorio de Emma para relajarse, respirar y volver a apreciar las cosas buenas: tulipanes frescos, la cálida luz del sol, las conversaciones amistosas.
Al final de la semana, Hazel había encontrado un hogar en la mesita de noche de Emma, rodeada de libros y flores. Y cada mañana, Emma se despertaba con esa misma sensación de dulzura que Maribel le había traído desde el primer día:
Un poco de magia en lo ordinario.
Porque a veces lo que necesitas no es algo grande...
Es una muñeca hecha a mano llamada Maribel, elaborada con mucho amor y pensada para alegrar tu día a día.