En la brillante bahía de Marea Azul vivía una joven sirena llamada Aria. Con su ardiente cabello naranja y sus brillantes ojos estrellados, era conocida en todo el océano por su singular voz.
Todos los días, Aria cantaba bajo el agua, dejando que sus melodías danzaran a través de túneles de coral y bosques de algas. Y siempre, sin excepción, un suave eco regresaba a ella desde lo más profundo del mar, casi como si alguien lejano le cantara.
Pero una noche, el eco desapareció.
Decidida a encontrarlo, Aria partió hacia la antigua Fosa del Eco . En el camino, ayudó a una tortuga marina perdida, calmó a un tímido caballito de mar y flotó junto a medusas brillantes que se ofrecieron a iluminar su camino.
Al borde de la trinchera, descubrió la verdad:
El eco pertenecía a una vieja ballena oceánica , debilitada por una lesión e incapaz de cantar más.
Aria se sentó junto a la ballena y comenzó a cantar la melodía más dulce que conocía: cálida, suave, llena de esperanza. Lentamente, la ballena levantó la cabeza y un pequeño brillo regresó a sus ojos. Poco a poco... respondió con su canto.
Esa noche, sus armonías iluminaron todo el océano.
Y desde entonces, cada vez que la Bahía de la Marea Azul brillaba con una suave luz azul, todos lo sabían...
Aria y su amiga ballena volvieron a cantar juntas.