Harper y el carnaval de medianoche

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Harper era una chica vivaz con rizos flexibles, una horquilla de fresa y un pequeño bolso de osito que llevaba a todas partes. Vivía en un pueblito tranquilo, pero tenía un secreto que nadie más conocía: Harper podía abrir la puerta al Carnaval de Medianoche .

Cada noche, exactamente a las 23:59, una brisa refrescante la envolvía y el olvidado sendero forestal a las afueras del pueblo se iluminaba como una pasarela de estrellas. Harper se alisaba el vestido negro, se ajustaba la fresa en la cabeza, cogía su pequeño bolso de osito y entraba por la puerta brillante.

El Carnaval de Medianoche no era para adultos, era solo para niños que aún creían en la magia. El carrusel cantaba melodías antiguas, la noria le guiñó el ojo al llegar, y el algodón de azúcar del puesto de golosinas flotaba suavemente hasta sus manos. Harper se convirtió rápidamente en la pequeña heroína del Carnaval porque siempre estaba dispuesta a ayudar.

Una noche, algo salió mal. Todas las luces de estrellas que iluminaban el Carnaval se apagaron de repente. Sin ellas, el mundo mágico se desvanecería. Harper no lo dudó. Con su bolso de oso rebotando a su lado, corrió bajo el cielo oscuro, recogiendo cada trocito de luz estelar que pudo encontrar.

Al terminar, levantó los brillantes fragmentos de estrellas hacia el cielo. Uno a uno, se elevaron, brillando con más fuerza que nunca, y pronto todo el Carnaval volvió a brillar.

Desde esa noche, cada vez que el cielo nocturno de la ciudad luce especialmente brillante, a la gente le gusta decir:
“Harper debe estar ayudando a que el Carnaval de Medianoche brille de nuevo”.